jueves, 28 de octubre de 2010

LA LÓGICA DE DIOS


Dios no es lógico. Si lo fuera, sería como nosotros que todo lo cuestionamos, medimos...Pero El, la única medida que tiene es la del Amor. Por eso no podemos comprenderle, ni mucho menos juzgarle.


Sus parámetros rebasan nuestras ideas que suelen ser raquíticas y maniáticamente distributivas según lo que "creemos" merece cada uno, como si pudiéramos medir Las intenciones de los demás.

El Señor actúa a lo Grande, y regala a quien merece y a quien "aparentemente" no merece, porque su concepción de las personas es absolutamente distinta y arbitraria a nuestros ojos. ¿Qué lógica tiene que, tocado por su gracia un malvado, llegue a ser Santo? ¿O que un fervoroso se enfríe, y cometa fallos para que no se enorgullezca y vea que puede caer como el primero, y lleno de humildad, reconozca que si Dios no lo sostuviera no hubiera una Buena acción en su vida?.

Porque tendemos a pensar que cuando somos algo decentes, se debe a nuestros méritos y esfuerzos. ¡Ingenuos de nosotros.!

Todo bien viene de nuestro Padre y, si pone una piedra en nuestro camino, no dudemos de que en ese momento era lo que nos convenía.

La dureza del corazón humano no puede ablandarse si no es con La gracia del Señor y nuestro deseo de una renovación interior, que puede llevarnos toda la vida y conseguir solo escasos resultados, pero yo creo que no debemos enfadarnos con nosotros mismos, y menos despreciarnos, pues somos una obra de Dios y, si El nos acepta y, más aún, nos ama como somos, ¿quienes somos nosotros para desmerecernos y anularnos?

Soberbia nunca; pero alegría sí de sabernos cogidos con nuestras contingencias y fallos, porque nuestra pobreza es la riqueza del Señor, que no cesa de atendernos aunque no nos demos cuenta por la propia cortedad de miras e incapacidad de reconocer la presencia de Altísimo en toda vida humana.

Es cierto que a veces la vida pesa y que, a la vez, no deseamos morir. La contradicción preside la monótona vida diaria.

Pero en lo más hondo del alma hay siempre una luz misteriosa, pero potente, que nos mantiene y nos hace resurgir con energías renovadas diariamente, porque sabemos que tenemos una meta eterna, y, cayendo y Levantándonos, esperamos en Dios, cuya "lógica" es siempre la del amor.

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